lunes, 13 de enero de 2014

LA GENERACIÓN ILUSTRE DEL CHOCÓ



Por César E Rivas Lara

Toda sociedad, desde épocas inmemoriales, ha tenido hombres que, como buenos personeros de sus intereses colectivos, la han servido con vocación y desprendimiento, mostrándole caminos de progreso y trazándole ruteros de esperanza. Esos hombres, fieles a sus principios y firmes en sus convicciones, se llaman “Edificadores de Patria”. Para ellos la patria es una  manifestación profunda del amor que arraiga en el corazón, donde hemos de caber todos con nuestras alegrías y tristezas, nuestras miserias y grandezas, nuestros éxitos y nuestros fracasos.
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Los chocoanos-a través de la historia- hemos tenido buenos personeros que han servido a la causa del departamento con eficacia y brillo, y pertenecen a la generación ilustre de una estirpe patriarcal de servidores incondicionales que fundieron su prestigio personal e intelectual con el bienestar social, cultural y espiritual de su región.

Pero, ¿qué es lo que entendemos por una generación? Simplemente un conjunto de personas vinculadas por hechos comunes y circunstancias y acontecimientos de su medio, que se erigen con su quehacer como protagonistas de su época, viviendo intensamente la vida y dejando a su paso una huella por el mundo como agentes de la historia, a la cual dan aliento y orientan el cauce de sus acontecimientos, desde distintos campos del saber, para despertar y afirmar conciencias colectivas. 

Una generación virtuosa, entonces, encarna toda una filosofía de bienestar, cambio y progreso. Es una entrega de con fervor, devoción y entusiasmo para hacer de sus sueños una realidad en un largo proceso de búsqueda y encuentro. A esa generación  ilustre, gloria del Chocó y honor de Colombia, debemos imitar en el ejemplo insigne. Los valores y la impronta que dejaron sus hombres inspiran emulación al repasar la historia pulcra de sus vidas. Unos actuaron en el campo de las letras y las artes; otros, en las ciencias: Unos en la educación de jóvenes promisorios para el mañana; otros, en la conducción de la política y el gobierno, en el campo de las leyes; en fin, en distintos frentes del conocimiento.

En el campo de las letras, por ejemplo, destacamos a Rogerio Velásquez: talento ágil y sintético, el mejor conocedor de los complejos históricos y sociales del Chocó, rastreador de la sabiduría de los abuelos. Forma con Aquiles Escalante y Manuel Zapata OIlivella el trio respetable de la antropología en Colombina. Miguel A Caicedo: educador, novelista, cuentista  y ensayista; el poeta más popular del Chocó en todos sus tiempos. De él hemos afirmado-sin temor a equivocarnos-que es imposible trazar un bosquejo, por elemental que sea, de nuestra realidad literaria sin mencionar el nombre de este hombre, porque el suyo está íntimamente ligado a todo acontecimiento que, de una u otra forma, haya tenido que ver con nuestro acontecer cultural, nuestras costumbres y nuestro folclor. Arnoldo Palacios: iniciador  de la novela de reivindicación social del negro en Colombia con sus “Estrellas son negras”, novela del dolor, el hambre, la pobreza y los miles trabajos. Carlos Arturo Truque: pionero del cuento de corte social y testimonial en Colombia. Sus relatos aparecen publicados en la antología del cuento latinoamericano y han sido traducidos a varios idiomas.
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En materia educativa, nuestros hombres entendieron muy bien que existe un primer deber en la vida, cual es el de educarse; hallar en esa interpretación la fuente del deber hacia sí mismo y hacia los semejantes y elaborar ese deber en una serie de relaciones coherentes que garanticen la convivencia social en un alto plano de conciencia. Con una pléyade de jóvenes colaboradores- que siguieron su orientaciones pedagógicas- hicieron de los planteles educativos del Chocó altos faros de moral y de cultura y verdaderos centros de enseñanza y aprendizaje. Era la época en que el magisterio se ejercía con vocación y entrega. Ser maestro era un orgullo; algo que enaltecía. Era un honor!  Eran los tiempos en que el maestro era un hombre respetable y el alumno un sujeto respetuoso. 

A esta generación de educadores meritorios pertenecen: Matías Bustamante Mesa, rector del Colegio Carrasquilla, apóstol de la educación, a quien cupo la satisfacción de haber moldeado a hombres como Diego Luis Córdoba, Adán Arriaga Andrade. Manuel Mosquera Garcés y Daniel Valois Arce, en su tránsito por las aulas de ese colegio, en sus mejores tiempos llamado:”El alma máter de la cultura chocoana”. Saulo Sánchez Córdoba: rector del Colegio Carrasquilla, educador de vocación y entrega. Fundó en Cartagena  “El Instituto Politécnico de Bolívar”, uno de los planteles educativos más prestigiosos de la costa atlántica en su momento. Fue este pedagogo quien descubrió el talento literario de Miguel A Caicedo; fue su primer mecenas y quien lo presentó como poeta auténtico ante la sociedad quibdoseña de la época. Nicolás Rojas Mena: rector de la Normal de Varones de Quibdó y del Colegio Carrasquilla; hombre de laboriosidad increíble. Según sus coetáneos, vivió más para los demás que para sí mismo, y dejó alrededor suyo una estela de simpatía ardiente por su dedicación y su entusiasmo.
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En la política, esa generación ilustre, a la que nos hemos referido, también dio ejemplo. Entendió la política como  el verdadero arte de gobernar, de dirigir o conducir, como una preocupación de los partidos y agrupaciones para la realización del bien común de acuerdo con los intereses y objetivos de su comunidad, a la cual sirvieron con amor patrio. Ello, en contraposición abierta a la degradación de la política de ahora, que es la politiquería, cuyos voceros influencian los sentimientos y las mentes de las personas con el propósito de confundirlas a través de promesas falsas, consignas atrayentes, halago de pasiones, maniobras engañosas y tergiversaciones de hechos, a su manera, para lograr sus ascensos.
Esos hombres de nuestra generación honrosa lucharon con bravura y gallardía por un ideal político: aquel que los había convencido más y que llevaban bien prendido a las entrañas de su ser, y entendieron que la vida pública es un camino largo a cuya meta no llegan sino los fuertes y los perseverantes, con voluntad, tesón. constancia, inteligencia, sacrificio y transparencia, sobre todo. No a través de componendas, pillerías y de toda clase de artilugios de los que se vale, hoy, la politiquería para reinar. 

 Son representantes de esta generación esclarecida: Diego Luis Córdoba: políglota, padre del departamento, orador parlamentario que se jactaba de corregir la plana gramatical de sus contendientes  y quien en su lucha reivindicatoria reclamaba –para el negro-iguales oportunidades en la economía, en la educación, en el aprecio social y en la regencia de los destinos de su tierra. Adán Arriaga Andrade: parlamentario, primer gobernador del departamento, padre del derecho laboral colombiano, Ministro de Estado, miembro de la Dirección Nacional del Partido Liberal, al lado de Darío Echandía y Luis López de Mesa. Manuel Mosquera Garcés: parlamentario, tres veces Ministro de Estado. Mejor biógrafo de Marco Fidel Suárez, a quien correspondió prologar el undécimo tomo de “Los sueños de Luciano Pulgar”.  Daniel Valois Arce: parlamentario, escritor de varios libros de interés nacional y magnífico orador, que deslumbró al parlamento colombiano con su elocuencia como vocero de la defensa del general Gustavo Rojas Pinilla
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Sigue la lista con Eliseo Arango: parlamentario, Ministro de Estado, quien formara con José Camacho Carreño, Augusto Ramírez Moreno y Silvio Villegas, el famoso grupo conservador conocido como “Los leopardos”, que surgió en la década del 30 con aires renovadores en la política. Sergio Abadía Arango, presidente del Congreso, contralor de la república, editor de la Geografía Económica del Chocó(1943), después de la cual no ha habido otra publicación más completa que supere la suya. Continúa la lista, y se cierra en su ciclo decoroso con Ramón Lozano Garcés y Aureliano Perea Aluma- a nuestro juicio- los últimos blasones conspicuos de esa estirpe patriarcal Podríamos proseguir con otros representantes de nuestra generación ilustre, en los distintos campos  en que brillaron con luz propia, pero por hoy es suficiente.            
                                                                   
De momento sólo me resta decir a los chocoanos de esta generación- a la cual pertenecemos, que si queremos un Chocó mejor y más digno de nosotros, nos toca- desde ya -seguir el ejemplo insigne de nuestros mayores y asistir con fe y coraje a un nuevo desafío del tiempo y de la historia, para hacer de nuestras capacidades una sola fuerza, y a través de nuestro concurso cambiar el concepto miserando que se tiene de la tierra por el del progreso, la prosperidad y el desarrollo.

De nosotros depende el destino histórico, social, político y cultural del Chocó. .Su futuro es también nuestro futuro!

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