lunes, 13 de enero de 2014

CHOCÓ: TIERRA DEL ABANDONO Y EL OLVIDO.


Por César E Rivas Lara
 
El pasado tres de noviembre el Chocó cumplió sesenta y seis años de vida departamental, y su aniversario-que sepamos- fue tibio o pasó inadvertido como pasan las nubes y las sombras por un firmamento sin estrellas.
 
Las autoridades de la cultura, la política y el gobierno no rindieron tributo de gratitud a esta tierra, inspiradora de sueños y grandezas donde nacimos y crecimos; a esta tierra nuestra, pero de nadie, tradicionalmente mirada de soslayo por el gobierno central, abandonada por la historia y la geografía y olvidada por sus propios hombres, en la que se han ensayado y se siguen ensayando todos los tipos de improvisaciones y arbitrariedades posibles.
 
En estos sesenta y seis años de vida departamental, indudablemente, hemos dado pasos firmes en algunos frentes, pero aún no hemos llegado a la mitad del recorrido que nos traza el camino..¿llegaremos?. La respuesta es “sí podemos llegar”, pero con el esfuerzo conjunto y solidario de nuestros mejores hombres, comprometiéndonos todos en una gran cruzada de renovación y cambio. El proceso  es largo y en él habremos de participar todos, poniendo a prueba nuestro eficaz concurso y haciendo de nuestras capacidades una sola fuerza de progreso, cuya resultante sea  la construcción de un Chocó más digno de nosotros, más luminoso y más grande.
 
Pensamos, sinceramente, que a la clase dirigente actual le falta amor patrio, identidad terrígena y compromiso para con su región; no inspira confianza y no tiene la estatura  respetable, intelectual mi moral de la generación ilustre que nos antecedió y nos dio tantas glorias, fundiendo su figura personal, su prestigio y vocación de servicios con el perfil social y cultural de sus gentes, marcando cara etapa con un nuevo logro y una nueva dignidad.
 
Esa generación ilustre, a la que nos referimos, alcanzó reconocimiento y nombradía nacional y le sirvió al Chocó con entusiasmo y verdadera entrega; sus valores y la impronta que dejaron sus hombres todavía inspiran emulación al repasar la historia pulcra de sus vidas. Pues, ellos supieron hacer las cosas con desprendimiento y lealtad, sin buscar nada para sí ni halagos ni gloria, porque tenían muy bien claro el concepto de que en las nociones universales de fe y sacrificio por la sociedad a cuyo servicio se vive, la naturaleza del ser superior se desprende de cosas banales y se funde en un conjunto de acciones meritorias que hacen la vida significativa, poblándola de signos ejemplares,. De allí deriva la emoción de simpatía ardiente que despertaron alrededor suyo por su carácter, su abnegación y su altruismo.
 
Esa generación de hombres virtuosos quería un pueblo y una patria en donde cupiéramos todos sin distinción de razas, política ni credos religiosos, partiendo del principio universal “que todos somos iguales y tenemos los mismos derechos.” Allí teníamos que caber todos con nuestras grandezas y miserias, nuestras veleidades y extravíos y nuestros aciertos.
 
Sus gobernantes dejaron realizaciones perdurables y huellas imborrables en su gestión de gobierno. Por si alguien quiere porfiar, citamos un ejemplo y mencionamos a Jorge Valencia Lozano(1890-1940), gobernante modelo; el mandatario más progresista que ha tenido el Chocó en toda su historia. Nadie le ha igualado en ejecutorias.  Su administración hizo lo que otras no han hecho en más de cincuenta años. Hizo el trazado de la carretera Quibdó-Tutunendo-Medellín y se adelantaron las construcciones de la cárcel Anayancy de Quibdó, el edificio de Telecom, el cementerio San José, el Colegio Carrasquilla, el hospital san Francisco de Asis y la normal de Señoritas de Istmina, entre otras; además, construyó escuelas en otros municipios e inauguró obras de interés social.
 
Muchos gobernantes de esta nueva generación, frívolos e ineptos--según consenso, a diferencia de la generación anterior-- a su paso no han dejado más que un saldo rojo de insatisfacción, deudas y corrupción. Esta última amparada en el silencio cómplice y complaciente de funcionarios igualmente  deshonestos y corruptos.
 v  
 
El inventario de estos 66 años de vida departamental es deprimente, pero es realidad sentida y padecida, sin hipérboles ni retórica para impresionar:
 
·       Quibdó sigue sin agua potable con un acueducto insuficiente, construido en la década de los 40 para una población de 15.000 habitantes; y tiene el mismo alcantarillado de hace más de medio siglo. Hoy es un depósito estancado de excretas que está afectando la  salud de los chocoanos. La ciudad ha crecido desordenadamente sin planificación urbana y sin control de ninguna clase, por eso el resultado es un inventario expansivo de viviendas improvisadas en cualquiera de sus puntos cardinales.
 
·       El Chocó, sin carreteras, continúa incomunicado. Las pocas que tiene son las más abandonadas y deterioradas del país en comparación con las de otros departamentos. La carretera Quibdó-Medellín, por ejemplo, es todavía una trocha a la que no se le hace el mantenimiento necesario. Los choferes de buses, expertos en esquivar obstáculos, bordear abismos, hacer peripecias y sortear desgracias, gastan entre diez y doce horas en recorrer 214 kilómetros, entre huecos y derrumbes, que, en una carretera normal con especificaciones de autopista, no gastarían más de cuatro horas
 
·       Nuestros pobres agricultores, sin crédito, trabajan la tierra sin asistencia técnica, en forma rudimentaria, como lo hacían hace dos o tres siglos. No tienen como sacar sus productos porque no cuentan vías adecuadas de penetración.
 
·       No tenemos industrias dinámicas que signifiquen inversiones respetables de capital vinculado a la producción de bienes de consumo ni a la transformación de nuestra riqueza renovable, lo que, desde luego, ha impedido el desarrollo de  centros que pudieran ser estratégicos para el comercio, haciendo que se desperdicie la absorción de la mano de obra que allí se acumula. Cómo añoramos, entonces, el ingenio azucarero de Sautatá, uno de los primeros en Colombia, que llegó a producir en sus mejores tiempos hasta 4.000 toneladas de azúcar, y en tiempos de zafra dio empleo a 1.000 obreros..Por igual, añoramos aquella época de oro cuando en Quibdó teníamos fábrica de velas esteáricas, galletas, pastas alimenticias, muebles para exportación, muñecas, gaseosas, jabón y telas.
 
·       El transporte fluvial no ha mejorado como debiera. El Atrato es la principal vía navegable. Gracias al gran caudal de sus aguas cumple funciones de provisión de sustentos para un número importante de municipios y caseríos, pero sufre deterioros continuos en sus condiciones de navegación por la absurda deforestación de las cabeceras  que origina erosiones en los terrenos; también por la falta de mantenimiento, amén del arrojo de deshechos sólidos, en su recorrido, hasta llegar a sus bocas, lo que obviamente provoca congestión de sus aguas e inundaciones en pueblos, caseríos y veredas. 
 
·       Los hospitales no están lo suficientemente dotados para atender con presteza casos de inminente urgencia. Pues, carecen de insumos necesarios y recurso humano para casos específicos. A ello se le suma la falta de equipos modernos y el mal estado de los actuales, muchos ya obsoletos.
 
·       El hombre humilde de las veredas y los ríos, contagiado por enfermedades endémicas, reclama, como el que más, la asistencia de un Estado sordo y mudo  para la preservación de su salud.
 
·       Muchas poblaciones chocoanas están a oscuras, sin puestos de salud, sin escuelas ni maestros ni medios de transporte, saturadas de olvido y abiertas a todos los desmanes e improvisaciones; expuestas a la indiferencia y el menosprecio.
 
·       Tenemos un índice muy alto de desempleo y de pobreza, el cual es una contradicción, porque siendo el Chocó uno de los departamentos más ricos de Colombia en recursos agrícolas, hídricos, forestales, pesqueros y mineros, somos uno de los más pobres y abandonados. En cuanto a la minería, nuestros campesinos todavía trabajan en el mazamorreo del oro y el platino al estilo de cuando, vencidos por el látigo bárbaro de los capataces españoles, doblaban sus espaldas sobre el móvil lomo de los ríos.
 
·       No hay fuentes de trabajo más que la burocracia. Muchos paisanos se van para las capitales u otras ciudades del interior a buscar su sustento y difícilmente regresan porque logran realizarse por fuera. Se van porque acá no tienen oportunidades de trabajo, mientras no sea un puesto burocrático, el cual- para conseguirlo-- no pocas veces  requiere la recomendación de un politiquero de ocasión o de un testaferro suyo, ante quien hay que hacer antesala y genuflexión como si se tratara de una figura celestial; y, en casos concretos, escuchar de sus labios propuestas indecentes, que son un irrespeto a la dignidad humana
 
·       En el Chocó los gastos de financiamiento superan los ingresos, por tanto  se debe recurrir al sistema de crédito para cubrir obligaciones; por ello atraviesa por una crisis económica y financiera difícil de superar; también, a ello se suman el manejo inadecuado de las finanzas, problemas judiciales, embargos y tutelas que le llueven por todas partes.         
 
·       El departamento tiene  indicativos bien altos de necesidades básicas insatisfechas y muy baja cobertura de salud. En fin, tantas cosas…
 
En resumen, no podemos tapar el sol con las manos y maquillar la realidad con eufemismos. Tenemos que ser francos y decir que en el Chocó todavía reina un atraso secular que se traduce en grandes desniveles de vida para la mayoría de sus habitantes. Si se disfrazan los problemas con trajes de fantasía, la historia es la misma; sólo ha cambiado de forma porque el fondo sigue siendo el mismo.
 
Para el escritor Arnoldo Palacios el panorama de tristeza, abandono y angustia, que se vive en el Chocó, poco o nada ha cambiado. En 1999, a propósito de los 50 años de la publicación de su famosa novela:”Las estrellas son negras”(1949), acerca de la cual pronuncié para la ocasión algunas palabras, en el Auditorio del Banco de la República, el autor afirmó ante la audiencia: “el panorama que se siente y se respira, en el ambiente, es prácticamente el mismo que denuncié en mis escritos hace medio siglo. Allí está retratado el Chocó con sus carencias, su pobreza, sus limitaciones, su abandono y su paciencia, en toda su consideración significativa, en cuanto  a que ésta no es otra cosa que la aceptación del padecimiento. No se puede abusar de la condición dramática de un pueblo. El Chocó necesita de grandes programas de inversión social para derrotar la pobreza; hay que cambiar la mentalidad burocrática a la que nos tienen acostumbrados los señores politiqueros, por una mentalidad productiva. Los chocoanos no podemos seguir alimentándonos con palabras mágicas ni con migajas de ilusión. El pueblo, por otra parte, no puede quedarse callado; también tiene que pedirle cuentas a sus gobernantes…”   
 
Por estas cosas y muchas otras, que nos ahorramos en puntualizar por cuestión de espacio, el Chocó se está quedando sin oxígeno  y nos parece inviable; pero es rescatable todavía- como se dijo atrás- a través de una cruzada de salvación, conformada por sus mejores hombres en donde participemos todos, para que con el concurso de todas nuestras fuerzas se lo podamos arrebatar a la vorágine truculenta que cada día lo ciñe con su yugo y trata de asfixiarlo en el giro envolvente de sus aguas procelosas..     
 
Quibdó-Chocó,Dic de 2013
Articulo Publicado en el periodico El Emprendedor

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