Por César E Rivas Lara
El
pasado tres de noviembre el Chocó cumplió sesenta y seis años de vida
departamental, y su aniversario-que sepamos- fue tibio o pasó
inadvertido como pasan las nubes y las
sombras por un firmamento sin estrellas.
Las
autoridades de la cultura, la política y el gobierno no rindieron
tributo de gratitud a esta tierra, inspiradora de sueños y grandezas
donde nacimos y crecimos; a esta tierra
nuestra, pero de nadie, tradicionalmente mirada de soslayo por el
gobierno central, abandonada por la historia y la geografía y olvidada
por sus propios hombres, en la que se han ensayado y se siguen ensayando
todos los tipos de improvisaciones y arbitrariedades
posibles.
En
estos sesenta y seis años de vida departamental, indudablemente, hemos
dado pasos firmes en algunos frentes, pero aún no hemos llegado a la
mitad del recorrido que nos traza
el camino..¿llegaremos?. La respuesta es “sí podemos llegar”, pero con
el esfuerzo conjunto y solidario de nuestros mejores hombres,
comprometiéndonos todos en una gran cruzada de renovación y cambio. El
proceso es largo y en él habremos de participar todos,
poniendo a prueba nuestro eficaz concurso y haciendo de nuestras
capacidades una sola fuerza de progreso, cuya resultante sea la
construcción de un Chocó más digno de nosotros, más luminoso y más
grande.
Pensamos,
sinceramente, que a la clase dirigente actual le falta amor patrio,
identidad terrígena y compromiso para con su región; no inspira
confianza y no tiene la estatura
respetable, intelectual mi moral de la generación ilustre que nos
antecedió y nos dio tantas glorias, fundiendo su figura personal, su
prestigio y vocación de servicios con el perfil social y cultural de sus
gentes, marcando cara etapa con un nuevo logro y
una nueva dignidad.
Esa
generación ilustre, a la que nos referimos, alcanzó reconocimiento y
nombradía nacional y le sirvió al Chocó con entusiasmo y verdadera
entrega; sus valores y la impronta
que dejaron sus hombres todavía inspiran emulación al repasar la
historia pulcra de sus vidas. Pues, ellos supieron hacer las cosas con
desprendimiento y lealtad, sin buscar nada para sí ni halagos ni gloria,
porque tenían muy bien claro el concepto de que
en las nociones universales de fe y sacrificio por la sociedad a cuyo
servicio se vive, la naturaleza del ser superior se desprende de cosas
banales y se funde en un conjunto de acciones meritorias que hacen la
vida significativa, poblándola de signos ejemplares,.
De allí deriva la emoción de simpatía ardiente que despertaron alrededor
suyo por su carácter, su abnegación y su altruismo.
Esa
generación de hombres virtuosos quería un pueblo y una patria en donde
cupiéramos todos sin distinción de razas, política ni credos religiosos,
partiendo del principio universal
“que todos somos iguales y tenemos los mismos derechos.” Allí teníamos
que caber todos con nuestras grandezas y miserias, nuestras veleidades y
extravíos y nuestros aciertos.
Sus
gobernantes dejaron realizaciones perdurables y huellas imborrables en
su gestión de gobierno. Por si alguien quiere porfiar, citamos un
ejemplo y mencionamos a Jorge Valencia
Lozano(1890-1940), gobernante modelo; el mandatario más progresista que
ha tenido el Chocó en toda su historia. Nadie le ha igualado en
ejecutorias. Su administración hizo lo que otras no han hecho en más de
cincuenta años. Hizo el trazado de la carretera
Quibdó-Tutunendo-Medellín y se adelantaron las construcciones de la
cárcel Anayancy de Quibdó, el edificio de Telecom, el cementerio San
José, el Colegio Carrasquilla, el hospital san Francisco de Asis y la
normal de Señoritas de Istmina, entre otras; además,
construyó escuelas en otros municipios e inauguró obras de interés
social.
Muchos
gobernantes de esta nueva generación, frívolos e ineptos--según
consenso, a diferencia de la generación anterior-- a su paso no han
dejado más que un saldo rojo de insatisfacción,
deudas y corrupción. Esta última amparada en el silencio cómplice y
complaciente de funcionarios igualmente deshonestos y corruptos.
v
El
inventario de estos 66 años de vida departamental es deprimente, pero
es realidad sentida y padecida, sin hipérboles ni retórica para
impresionar:
· Quibdó
sigue
sin agua potable con un acueducto insuficiente, construido en la década
de los 40 para una población de 15.000 habitantes; y tiene el mismo
alcantarillado de hace más de medio siglo. Hoy es un depósito estancado
de excretas que está afectando la salud
de los chocoanos. La ciudad ha crecido desordenadamente sin
planificación urbana y sin control de ninguna clase, por eso el
resultado es un inventario expansivo de viviendas improvisadas en
cualquiera de sus puntos cardinales.
· El
Chocó,
sin carreteras, continúa incomunicado. Las pocas que tiene son las más
abandonadas y deterioradas del país en comparación con las de otros
departamentos. La carretera Quibdó-Medellín, por ejemplo, es todavía una
trocha a la que no se le hace el mantenimiento
necesario. Los choferes de buses, expertos en esquivar obstáculos,
bordear abismos, hacer peripecias y sortear desgracias, gastan entre
diez y doce horas en recorrer 214 kilómetros, entre huecos y derrumbes,
que, en una carretera normal con especificaciones
de autopista, no gastarían más de cuatro horas
· Nuestros
pobres
agricultores, sin crédito, trabajan la tierra sin asistencia técnica,
en forma rudimentaria, como lo hacían hace dos o tres siglos. No tienen
como sacar sus productos porque no cuentan vías adecuadas de
penetración.
· No
tenemos
industrias dinámicas que signifiquen inversiones respetables de capital
vinculado a la producción de bienes de consumo ni a la transformación
de nuestra riqueza renovable, lo que, desde luego, ha impedido el
desarrollo de
centros que
pudieran ser estratégicos para el comercio, haciendo que se desperdicie
la absorción de la mano de obra que allí se acumula. Cómo añoramos,
entonces, el ingenio azucarero de Sautatá, uno de los
primeros en Colombia, que llegó a producir en sus mejores tiempos hasta
4.000 toneladas de azúcar, y en tiempos de zafra dio empleo a 1.000
obreros..Por igual, añoramos aquella época de oro cuando en Quibdó
teníamos fábrica de velas esteáricas, galletas, pastas
alimenticias, muebles para exportación, muñecas, gaseosas, jabón y
telas.
· El
transporte
fluvial no ha mejorado como debiera. El Atrato es la principal vía
navegable. Gracias al gran caudal de sus aguas cumple funciones de
provisión de sustentos para un número importante de municipios y
caseríos, pero sufre deterioros continuos en sus
condiciones de navegación por la absurda deforestación de las cabeceras que
origina erosiones en los terrenos; también por la falta de
mantenimiento,
amén del arrojo de deshechos sólidos, en su recorrido, hasta llegar a
sus bocas, lo que obviamente provoca congestión de sus aguas e
inundaciones en pueblos, caseríos y veredas.
· Los
hospitales
no están lo suficientemente dotados para atender con presteza casos de
inminente urgencia. Pues, carecen de insumos necesarios y recurso humano
para casos específicos. A ello se le suma la falta de equipos modernos y
el mal estado de los actuales,
muchos ya obsoletos.
· El
hombre
humilde de las veredas y los ríos, contagiado por enfermedades
endémicas, reclama, como el que más, la asistencia de un Estado sordo y
mudo para
la preservación de su salud.
· Muchas
poblaciones
chocoanas están a oscuras, sin puestos de salud, sin escuelas ni
maestros ni medios de transporte, saturadas de olvido y abiertas a todos
los desmanes e improvisaciones; expuestas a la indiferencia y el
menosprecio.
· Tenemos
un
índice muy alto de desempleo y de pobreza, el cual es una
contradicción, porque siendo el Chocó uno de los departamentos más ricos
de Colombia en recursos agrícolas, hídricos, forestales, pesqueros y
mineros, somos uno de los más pobres y abandonados. En
cuanto a la minería, nuestros campesinos todavía trabajan en el
mazamorreo del oro y el platino al estilo de cuando, vencidos por el
látigo bárbaro de los capataces españoles, doblaban sus espaldas sobre
el móvil lomo de los ríos.
· No
hay
fuentes de trabajo más que la burocracia. Muchos paisanos se van para
las capitales u otras ciudades del interior a buscar su sustento y
difícilmente regresan porque logran realizarse por fuera. Se van porque
acá no tienen oportunidades de trabajo, mientras
no sea un puesto burocrático, el cual- para conseguirlo-- no pocas veces
requiere
la recomendación de un politiquero de ocasión o de un testaferro suyo,
ante quien hay que hacer antesala y genuflexión como si se tratara de
una figura celestial; y, en casos concretos, escuchar de sus labios
propuestas indecentes, que son un irrespeto a la dignidad humana
· En
el Chocó los gastos de financiamiento superan los ingresos, por tanto se
debe recurrir al sistema de crédito para cubrir obligaciones; por ello
atraviesa
por una crisis económica y financiera difícil de superar; también, a
ello se suman el manejo inadecuado de las finanzas, problemas
judiciales, embargos y tutelas que le llueven por todas partes.
· El
departamento
tiene indicativos bien altos de necesidades básicas insatisfechas y
muy baja cobertura de salud. En fin, tantas cosas…
En
resumen, no podemos tapar el sol con las manos y maquillar la realidad
con eufemismos. Tenemos que ser francos y decir que en el Chocó todavía
reina un atraso secular que
se traduce en grandes desniveles de vida para la mayoría de sus
habitantes. Si se disfrazan los problemas con trajes de fantasía, la
historia es la misma; sólo ha cambiado de forma porque el fondo sigue
siendo el mismo.
Para
el escritor Arnoldo Palacios el panorama de tristeza, abandono y
angustia, que se vive en el Chocó, poco o nada ha cambiado. En 1999, a
propósito de los 50 años de la publicación
de su famosa novela:”Las estrellas son negras”(1949), acerca
de
la cual pronuncié para la ocasión algunas palabras, en el Auditorio del
Banco de la República, el autor afirmó ante la audiencia: “el panorama que se siente y se respira, en el ambiente, es prácticamente el
mismo
que denuncié en mis escritos hace medio siglo. Allí está retratado el
Chocó con sus carencias, su pobreza, sus limitaciones, su abandono y su
paciencia, en toda su consideración significativa, en cuanto a que ésta
no es otra cosa que la aceptación del
padecimiento. No se puede abusar de la condición dramática de un pueblo.
El Chocó necesita de grandes programas de inversión social para
derrotar la pobreza; hay que cambiar la mentalidad burocrática a la que
nos tienen acostumbrados los señores politiqueros,
por una mentalidad productiva. Los chocoanos no podemos seguir
alimentándonos con palabras mágicas ni con migajas de ilusión. El
pueblo, por otra parte, no puede quedarse callado; también tiene que
pedirle cuentas a sus gobernantes…”
Por
estas cosas y muchas otras, que nos ahorramos en puntualizar por
cuestión de espacio, el Chocó se está quedando sin oxígeno y nos parece
inviable; pero es rescatable todavía-
como se dijo atrás- a través de una cruzada de salvación, conformada por
sus mejores hombres en donde participemos todos, para que con el
concurso de todas nuestras fuerzas se lo podamos arrebatar a la vorágine
truculenta que cada día lo ciñe con su yugo y
trata de asfixiarlo en el giro envolvente de sus aguas procelosas..
Quibdó-Chocó,Dic de 2013
Articulo Publicado en el periodico El Emprendedor
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